Actúan: Valeria Carregal, Pablo Ciampagna y Sebastián Saslavsky
Iluminación
: Lorena Díaz Quiroga
Fotos y gráfica:
lamordidafotos@yahoo.com.ar
Dirección
: Maximiliano de la Puente

Dos empleados y su jefe, Raúl, Julia y “El Señor”, conviven precariamente en el depósito semiabandonado de una empresa venida a menos, en la que el proceso de elaboración del papel tiene una importancia inusitada. Desconocemos cuáles son exactamente las tareas que realizan, por qué continúan en ese lugar, ni quién les paga. Sólo sabemos que parecen haber estado en ese viejo galpón semiderruido desde siempre, conviviendo con oxidadas máquinas obsoletas que ya nunca jamás funcionarán, desempeñando un trabajo a todas luces inútil. Nada está predefinido de antemano: todo es posible en esta atmósfera extrañada, onírico-pesadillezca, en frágil equilibrio. Dentro de un universo semejante, los recorridos que el espectador puede elaborar a partir del encuentro con el espectáculo, son absolutamente personales, intransferibles, únicos.



lunes, 11 de abril de 2011

Un elogio -"critica"-elogio desmesurado

Maximiliano de la Puente es el único dramaturgo que conozco cuyo teatro no me hace doler el culo de aburrimiento. El único que entendió, diría que antes de nacer, que el humanismo siempre es Grazi (grasa y nazi). Que sólo las máquinas intensifican los afectos alegres (como B. Keaton). Y que la escena es altar o púlpito si no se deja al hombre en bambalinas y las bambalinas en los lamparones de las sábanas.
Subir al escenario es ponerse a la altura del hombre, es decir, cagar más alto que el culo. Esto me hizo odiar el teatro durante mucho tiempo: los noventa olían demasiado mierda para andar levantando vuelos por encima de la sepultura. Yo me tenía que esconder para salir a la calle y otros se hacían aplaudir... dos veces. Sus máquinas humoríficas, en cambio, se cubrían la jeta con un espejo, actuaban de espaldas y hablaban con las rodillas; entonces un día salí de mi capucha y le eché un aplauzo en la jeta: creo que se murió de vergüenza. Desde ese día siempre lo vi resucitado con la forma de un animal que no fue invitado al arca de Noé. Me dije: ¡santa capucha!, un contemporáneo: no sabe tratar a la gente, hablarle, dar la mano, mirar, tocar, en suma, no subestima, acecha.   


Visiten este blog que es genial: 
http://culosynegocios.blogspot.com/2011/04/la-puente.html