lunes, 21 de junio de 2010
TQL por Pablo Russo
EN EL SALA ESCALADA
La dilución de lo humano
Por Pablo Russo
El ámbito laboral como pesadilla pavorosamente real, disparador de una creación colectiva: Todos quieren lágrimas.
Sombras. Raúl, Julia y “el Señor” son ante todo sombras residuales de otros tiempos, en un depósito casi en ruinas, entre máquinas disfuncionales. Los ruidos que acompañan a estos cuerpos son los sonidos automáticos y agobiantes del trabajo rutinario. ¿Qué tarea concreta realizan estos empleados, a los que ni la sonrisa les ha quedado? ¿Quién les paga o dejó de pagarles por ser engranajes carnales de una maquinaria desconocida? Nada sabemos de estos personajes extraños, que parecen haber nacido en ese clima sofocante de resabios kafkianos e influencias kaurismakianas, en donde lo humano se disuelve violentamente con su entorno: lo humano como máquina también en desuso. Carne-máquina portadora de nostalgias y angustias.
Es substancial aclarar: no espere el espectador encontrarse con una obra de estructura tradicional en su relato. Todos quieren lágrimas es el resultado de un trabajo de dramaturgia escénica, es decir, de un proceso colectivo de improvisación que partió de una premisa (el mundo laboral y sus vínculos deteriorados) para llegar al texto que se presenta en escena. De ahí que su gasto mayor resida en el trabajo corporal de los actores, creadores ellos de una constante atmósfera de tensión entre lo cotidiano y lo sobrenatural. Es verdad que, tras los autores colectivos, existe una última mirada por la que pasan los énfasis y las decisiones, que es la mirada del director. Esta cuarta obra dirigida por Maximiliano de la Puente –que participó recientemente del VIII Festival Latinoamericano de la Clase Obrera– encontró una sala ciertamente marginal en la cual consumarse: Escalada, una vieja casa perdida entre negocios de filtros, tuercas varias y polarizados de vidrios. En esa zona imprecisa entre La Paternal y Villa Crespo, justo unas horas antes del comienzo del yugo semanal, se puede vivenciar esta abstracción onírica de situaciones concretas, indudable alternativa al teatro alternativo.
En Todos quieren lágrimas actúan Valeria Carregal, Pablo Ciampagna y Sebastián Saslavsky. Las funciones se realizan todos los domingos a las 20 en Remedios de Escalada de San Martín 332.
http://www.trascarton.com.ar/ediciones-2010/85-junio-2010/346-la-dilucion-de-lo-humano.html
La dilución de lo humano
Por Pablo Russo
El ámbito laboral como pesadilla pavorosamente real, disparador de una creación colectiva: Todos quieren lágrimas.
Sombras. Raúl, Julia y “el Señor” son ante todo sombras residuales de otros tiempos, en un depósito casi en ruinas, entre máquinas disfuncionales. Los ruidos que acompañan a estos cuerpos son los sonidos automáticos y agobiantes del trabajo rutinario. ¿Qué tarea concreta realizan estos empleados, a los que ni la sonrisa les ha quedado? ¿Quién les paga o dejó de pagarles por ser engranajes carnales de una maquinaria desconocida? Nada sabemos de estos personajes extraños, que parecen haber nacido en ese clima sofocante de resabios kafkianos e influencias kaurismakianas, en donde lo humano se disuelve violentamente con su entorno: lo humano como máquina también en desuso. Carne-máquina portadora de nostalgias y angustias.
Es substancial aclarar: no espere el espectador encontrarse con una obra de estructura tradicional en su relato. Todos quieren lágrimas es el resultado de un trabajo de dramaturgia escénica, es decir, de un proceso colectivo de improvisación que partió de una premisa (el mundo laboral y sus vínculos deteriorados) para llegar al texto que se presenta en escena. De ahí que su gasto mayor resida en el trabajo corporal de los actores, creadores ellos de una constante atmósfera de tensión entre lo cotidiano y lo sobrenatural. Es verdad que, tras los autores colectivos, existe una última mirada por la que pasan los énfasis y las decisiones, que es la mirada del director. Esta cuarta obra dirigida por Maximiliano de la Puente –que participó recientemente del VIII Festival Latinoamericano de la Clase Obrera– encontró una sala ciertamente marginal en la cual consumarse: Escalada, una vieja casa perdida entre negocios de filtros, tuercas varias y polarizados de vidrios. En esa zona imprecisa entre La Paternal y Villa Crespo, justo unas horas antes del comienzo del yugo semanal, se puede vivenciar esta abstracción onírica de situaciones concretas, indudable alternativa al teatro alternativo.
En Todos quieren lágrimas actúan Valeria Carregal, Pablo Ciampagna y Sebastián Saslavsky. Las funciones se realizan todos los domingos a las 20 en Remedios de Escalada de San Martín 332.
http://www.trascarton.com.ar/ediciones-2010/85-junio-2010/346-la-dilucion-de-lo-humano.html
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